Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

29 de noviembre de 2011

Canciones de la nada



Me sucede muy a menudo mientras camino por ahí. Comienzo a cantar una canción o a tararear una melodía que irrumpe en mi cabeza de la nada, de sopetón, porque sí.
“¿Por qué estoy cantando esto? ¿De dónde salió?”, suelo preguntarme. Y casi siempre la respuesta es: no tengo idea.  Son canciones que escapan de toda lógica; aparecen sin avisar y así, de pronto, me encuentro cantando:  
Palomitas enamoradas/ en el aire parecen los pañuelos/ que levantan vuelo y muy juntas van/ con gracia y donaire siguiendo el compás… Para enganchar unos pasos más adelante con Willkommen, bienvenue, welcome/ Mjumju, étranger, stranger/ mjumji,mjumjiju*, je suis enchanté/ happy to see you, mjumju, reste, stay. /Wilkommen, bienvenue, welcome, im Cabaret, au Cabaret, to Cabaret… Y luego, quizás: Suave, cómo me mata tu mirada / Suave, como el perfume de tu pieeel/ Suave, tarararara** /como siempre te soñé / como siempre te soñeeeeé…   
Y así.
Siempre me sorprende este asalto musical. No responde a ninguna causa, es un repertorio aleatorio, caprichoso, sin ton ni son. “Por algo aparecen esas canciones”, dirá  algún manual de psicología barata y zapatos de goma. Sí, supongo. Como los sueños. Pero yo prefiero no interpretar nada y disfrutar de ese loco jukebox que viaja conmigo y que musicaliza mis caminatas sin que pueda prever dónde va a caer la ficha en la próxima baldosa. 

* Términos provenientes del alemán,  según mi personal evocación fonética.
** Ni idea qué dice ahí (en español).

26 de noviembre de 2011

Mientras miro las nuevas olas


Creo estar llegando a la blogósfera en los albores de su extinción. 

Está claro que no soy oportuna, que no se me da eso de estar “en el lugar justo, en el momento justo”,  y que, probablemente, me hayan cambiado al nacer, porque la audacia, la impulsividad y el arrojo propios de mi signo zodiacal no me describen en absoluto. Soy insegura, indecisa, perfeccionista hasta la náusea y, por lo tanto, suelo llegar tarde. 

A mi favor diré que, a pesar de tanta vuelta, una vez que emprendo un viaje no vuelvo atrás, aunque los vientos no me sean favorables. Así que, mientras veo cómo la marea se repliega y los blogs comienzan a ser  barquitos que se van perdiendo brumosos en el horizonte,  yo me subo a esta Luna de Valencia dispuesta a dar batalla y navegar contra la corriente.

Bienvenidos a este viaje anacrónico.