Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

24 de abril de 2012

Cuando el invierno era invierno

 


Cuando era chica, el invierno era invierno y el otoño, también: en marzo, con el comienzo de las clases,  ya hacía frío de verdad. 

Salía para la escuela a las 7 y cuarto de la mañana ( por pura convención, en verdad era noche cerrada), toda emponchada, con mi  pasamontañas y mis medias can can azules de lana (era la única que se ponía esas medias; las demás chicas andaban muy campantes con sus 3/4 ( pero  ande yo caliente y ríase la gente, ¿no Coco?...)

Durante  la primera hora de clase  seguía siendo de noche. Recuerdo los techos altísmos,  la luz mortecina de las lamparitas,  los  ventanales  enormes y la negrura, allá afuera.

Muchas veces escribía con los guantes puestos porque, en aquellas crudelísimas mañanas de invierno,  la estufita de la inmensa aula de mi escuela pública era más un artefacto decorativo (o un placebo climático) que otra cosa.

En el recreo salíamos al patio helado. Hacíamos "humito" con la boca, y el frío se materializaba en breves volutas blancas. Nos frotábamos las manos enguantadas para entrar en calor;  saltábamos la soga y el elástico, jugábamos al poliladron, a la mancha, a la escondida, a las estatuas y a las esquinitas, a pisa pisuela, a la rayuela  y a martín pescador. 
En el buffet, tomábamos café con leche con galletitas Manón o Colegiales, Tita o Rhodesia, Ópera o Bésame, o comíamos los pebetes de queso y dulce de batata que traíamos de casa. 

Después de almorzar, teníamos la tarde libre (los deberes no insumían mucho tiempo) y la ocupábamos jugando: a la maestra, a la mamá, a la vendedora de boutique, a disfrazarnos y a maquillarnos con los vestidos, aros, collares y pinturitas de nuestras madres.
En ocasiones, organizábamos superproducciones especiales, con reinas africanas, elefantes, campamentos en  la jungla, príncipes y exploradores que venían a nuestro rescate en el living de casa, de la de Liliana, de la de Rosita.

Cuando el invierno era invierno, no había computadores, internet, ni celulares; no había CDs, DVDs, ni cámaras digitales. No había televisión  por cable, ni siquiera televisión en color.

Mirábamos dibujitos en blanco y negro (después de que el estabilizador lograba convertir una tirita animada en una imagen de pantalla completa): Astroboy y Don Gato,  El lagarto Juancho y La tortuga D'Artagnan, Los Picapiedras y Los Supersónicos.

Escuchábamos simples y LPs en el wincofón y nos sorprendíamos con la llegada del hombre a la Luna.

Algunas noches, para combatir las sábanas heladas, solíamos dormir con una bolsa de agua caliente  cubierta con algo que hiciera las veces de funda, para evitar que nos quemara los pies.

 Cuando el invierno era invierno, creíamos en los Reyes Magos y en el Ratón Pérez. Algunos creían en la cigüeña, otros en el repollo y otros no teníamos la menor idea.

Algunas íbamos a catecismo y tomábamos la comunión con nuestros vestiditos blancos, misal de nácar y rosario en mano.

Festejábamos los cumpleaños en casa, con papá o mamá o una hermana mayor como animadores amateurs, y había muchos juegos, risas, peleas, torta,  piñata y bolsitas con souvenires. 


Cuando el invierno era invierno-  hace mucho tiempo-  hacía frío de verdad, éramos niños y el tiempo, esa dimensión desconocida,  estaba -definitivamente-
de nuestro lado.


                                                                      ...

22 de abril de 2012

Cuando (no) calienta el sol



                                                                                           Foto: Betina Z
No me gusta

* que los días se acorten
* que los paseos al aire libre se acorten o se suspendan
* que el sol no caliente
* el estilo cebolla (remera + saquito finito + otro saco más grueso + camperita) exigido por la amplitud térmica ( mínima 7º máxima 20º)
* los resfríos
* la fiaca que me da salir a la calle
* salir a la calle

Me gusta

* entrar en los bares, sentir el aroma del café, tomarme uno bien caliente
* ir al cine (si logré vencer la fiaca y salir a la calle)
* llegar a casa
* estar en casa
* hacer una torta casera de limón y un rico té, servido en las tazas de mi abuela
* ver una película en la tele con O.
* mirar por la ventana,  ver que afuera hay viento, está nublado y hace frío,  y yo calentita, con medias de algodón y un buen libro entre las manos
* dormir


16 de abril de 2012

Desescritura


Imagen: Franck Juery


Palabras  que deberían moverse en el silencio como peces de oro en la negrura aterciopelada del  océano. 

Palabras que deberían adoptar la forma de una liebre, de una hoja embestida  por el viento, palabras que deberían arrastrarse como dolidos caracoles exiliados de su arena, de su barro, palabras que deberían latir unos instantes  y luego desaparecer dejando su huella irisada en la oscuridad.

Palabras que se deslicen, que atraviesen, que salten más allá de cualquier pensamiento. Palabras que no dibujen argumentos ni configuren ideas, ni siquiera la sombra de una idea.

Palabras como pedacitos de piedras, arenilla, palabras como copos de humo, como trozos de algodón. Palabras como perlas, como gotas nacaradas que resbalan por paredes, por pieles, por puentes, y caen en un río o en una garganta que se cierra, palabras como dientes, como uñas, palabras hechas de granos de sal, de cáscaras de maní, de pelitos de almendras.

Palabras como hilos de encaje, como dados, como huesos, como nardos, como espinas de pez, como limas.

Palabras como manchones de tinta, como agujeros, como insectos. 

Palabras de vidrio, de hierro, de corcho, de lino, de menta.

Palabras como cubitos de hielo, como agua, como nada.

Nada de palabras.

Nada.


11 de abril de 2012

Extraña visita


Imagen: Liniers


Hoy viajaba en el 152, asiento individual, ventanilla abierta apenas un par de centímetros; leía un librito de Silvina Ocampo. De pronto siento que algo cae desde arriba (?) y delicadamente se posa entre las hojas del libro: era una hoja de árbol, muy linda,  intacta, de color ocre.
Bueno- pensé- si te gustó, quedate acá nomás.

Y ahí quedó, en la página 7, donde comienza Extraña visita, un cuento de Silvina incluido en su libro Viaje olvidado...

5 de abril de 2012

Año Nuevo


Gyula Kosice, "Persistencia de la gota de agua móvil 1"


Pienso en el tiempo, y en cómo nos va volviendo grandes mientras transforma en  niños a quienes alguna vez fueron nuestros mayores.

Pienso en cómo el tiempo va erosionando delicadamente los bordes ásperos de los recuerdos, y aquello que alguna vez fue piedra, cuchillo, muro, abismo, se vuelve arena fina que corre entre las manos, mercurio líquido, puertas, bahía.

Pienso que el tiempo va dejando sus marcas en nuestro cuerpo mientras diluye ciertos estigmas de nuestras almas.

Pienso en que al tiempo no le importa mucho el tiempo.
Por eso, cuando después de soplar las velitas él me abraza y me dice bajito "te quiero, hija", y yo le digo bajito "te quiero, pa", el tiempo se vuelve elástico, espiral, calesita, y yo  agradezco escuchar y decir lo que pocas veces nos hemos animado a pronunciar.

Por eso puedo tomar la mano de ella, ayudarla a levantarse de la silla y repetirle una y cien veces que sí, que esta es mi casa, que hoy es mi cumpleaños, que yo también la quiero. Y esa frase- que nos dijimos durante años hasta el hartazgo, hasta la náusea, hasta la enfermedad- eso que durante mucho tiempo no pude volver a decir, hoy sale de mi boca con naturalidad y sin estridencias, con el  mismo tono con que una madre le daría las buenas noches a su hijo.

Pienso entonces que el tiempo, con el que vivimos peleándonos para ganar una batalla que sabemos perdida de antemano, también nos regala algunas victorias. Es cuestión de estar atento, y de no perderse la ocasión de celebrarlo.



1 de abril de 2012

¿Y Penélope?




Javier Bardem estaba muerto conmigo. Muerto de amor. 
Me quería besar a toda costa.

Yo: Pero… ¿y tus hijas?
Él: Pues muy bien, con su madre, María... mi ex mujer.
Yo. ¿…y Penélope?
Él: Ya sabe que estoy loco por ti. Sabe que te amo.

Intenta besarme nuevamente.

Yo: Ay, perá… Besos así, con lengua...no sé… ¿No querés venir acá? (mostrándole el hueco entre mi cuello y mi hombro). 
Es el mejor lugar para estar en una mujer. 
                                              ...