Imagen: Frank Juery
Cientos, miles
millones
de palabras
habitando
alguna zona oscura
del cerebro
del cerebro
y sin embargo
al momento de abrir la boca
de empuñar el lápiz
de apretar unas teclas
solo tres, o cuatro, o cien
pasan por el tamiz,
pasan por el tamiz,
y a veces bastan
para decir
almendra
sábana
río
o cielo
A veces las forzamos
como si exprimiéramos un tubo de témpera exhausto
o las agitamos
para que emerjan a la fuerza
o las frotamos
para que brillen como pepitas de oro
para que brillen como pepitas de oro
Pero
siempre nos quedará la tristeza
de saber que no eran esas
que las verdaderas
las necesarias
las esenciales
se las ingeniarán
para aferrarse al fondo del tubo
y renegar con uñas y dientes
de
cualquier superficie que
pueda degradarlas
a un torpe dibujo
un sonido inestable
o una pobre traducción
de su secreto esplendor.