Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

26 de junio de 2013

Uno quisiera


                                                                  Imagen: Maribel Caro    



Uno quisiera que fuese cierto.
Que por una vez alguien ponga las manos en el fuego por el otro y elija, llegado el caso, quemarse.

Uno quisiera creer que esa mujer de voz temblorosa y resuelta que defiende a su marido sin  fisuras- porque sí, porque es su hombre y lo ama- dice la verdad. Porque uno debería saber con quién comparte la vida, y si uno sabe, debería poder plantarse con esa determinación al lado de su compañero cuando el mundo se viene en contra.

Uno quisiera que fuese cierto. Y que el amor estuviera por encima de las especulaciones canallas, las hipótesis cretinas, las teorías de Los Honestos masticadas durante horas y horas y horas con los restos del horror, con el pellejo de la tragedia.

Uno quisiera que ese hombre sencillo común y corriente, a quien su mujer defiende, su familia defiende, sus vecinos defienden, sea de verdad un hombre bueno, que se ganó por bueno el amor de los suyos.

Uno quisiera que quienes se restriegan las manos deseando que ese amor no sea cierto, que no sea posible la bondad, que no tenga lugar esa lealtad inquebrantable, se equivoquen escandalosamente. Que se atraganten con su veneno, sus miserias, su vida chiquita.

Uno quisiera que la verdad salga a la luz. Y que esa verdad diga que este hombre sencillo, a quien su mujer  ama incondicionalmente, es inocente.

Uno quisiera.
Yo quiero.




17 de junio de 2013

El regreso de Marie Diotret

A pedido de Sinhue, va un nuevo fragmento de la novela que más disfruté en los últimos tiempos.

Aitana Sánchez-Gijón como la camarera, en la película de Bigas Luna

"Horty no se dejaba deslumbrar fácilmente. Su último sentimiento de admiración se remontaba al día de su matrimonio con Zoé. Nevaba desde la víspera. La nieve se mantuvo ahí, cosa que nunca sucedió después porque, en las regiones marítimas, el rocío salado la desgasta a medida que cae al suelo. Todo eso era tan inesperado que hasta los niños evitaban jugar con la nieve para poder conservarla virgen y admirarla por más tiempo. Viéndola tapizar la Ville- Basse, Horty pensó que contemplaba el blanco absoluto. Después, Zoé y sus padres, sus amigos, su cortejo, aparecieron al final de la calle, camino de la iglesia de Saint- André. Entonces Horty debió reconocer de buena gana que el vestido de Zoé era aún más perfectamente blanco que la nieve. Quedó como sacudido por un sentimiento de estupor."


"La mayoría de la gente que veía su foto encontraba a Marie fresca y encantadora-linda, decían lo más a menudo, con ese tono de voz a la vez divertido y tierno que se emplea para hablar de un pequeño ser, planta o animal recién nacido. Para Horty, Marie representaba mucho más que una muchacha bonita, era la forma de vida más perfecta a la que jamás pudo él acercarse. Y esa era la razón por la que nunca había dejado de amar a Zoé; ella, con sus defectos cada vez más profundos pero también más conmovedores, era una mujer hecha a la medida de lo que él concebía razonablemente en materia de belleza. (...)
Extendió las manos hacia el espejo, como para retener el reflejo de Marie. Porque ahora que lo pensaba, Marie no era sino un reflejo. Si se diera vuelta, tal vez desaparecería."


"Hasta entonces, cada presentación le enseñaba alguna cosa nueva sobre Marie, pues cada noche precisaba más la hermosa lentitud de sus ademanes, la apacible tibieza que había sentido salir de ella cuando corrió la manta sobre su cuerpo adormecido (...); luego, el exquisito perfume que había regado sobre la pechera de su delantal y detrás de las orejas, a la mañana siguiente, antes de presentarse a bordo del Titanic, y esa manía encantadora que tenía de sacar la punta de la lengua entre sus labios antes de decir cualquier cosa, aún para decir simplemente sí o no; su manera de escuchar inclinando un poco la cabeza hacia un lado, su estallido de risa infantil (...) También detallaba lo que solo había existido en su imaginación, aquello con lo cual se emocionaba él mismo emocionando a los demás: la liviandad de las dos enaguas de Marie, tan imprevisible después de la sequedad de su uniforme almidonado, la escuadra de sus piernas desnudas, la dulzura húmeda del interior de sus muslos, los espasmos de su vientre amplio y plano, sus uñas horadando la sábana arrugada (...),  el poquito de sudor que bajaba por su espalda arqueada, la carne de gallina en sus hombros, el olor musgoso que había invadido la alcoba de Spithead y, finalmente, su sueño hasta la mañana.
Pero, ¿qué emoción podía esperar Horty de esa gran foto iluminada, con olor a cola y a madera caliente, rígida cerca de él, mientras Marie viva lo esperaba en su camerino? ¿De qué valía la imaginación de Horty contra la realidad de Marie? Hacía poco, cuando pasó a su lado, ella había respirado como los gatos cuando están irritados; él se había apresurado a respirar ese poco de aliento que arrojaba y había comprendido bien que existen cosas imposibles de narrar."


Para leer entradas anteriores sobre La mucama del Titanic, clic aquí.



12 de junio de 2013

El encanto del descarte

  Imagen: Janet Hill


Por razones muy parecidas, las ferias americanas me  resultan tan irresistibles como las librerías de viejo.

Paso a enumerar:

1. El autoservicio
A diferencia de una casa de ropa "normal", donde podemos mirar un poquito o indicarle a una empleada (generalmente poco dispuesta) qué prenda estamos buscando, en la feria prima el autoservicio: si bien hay una dueña, encargada o empleada (en general muy amable) a quien se puede consultar, la norma dicta que en una feria americana se entra a revolver. Pueden ser baúles enormes con pilas de ropa mezclada, o percheros con prendas perfectamente ordenadas por tipo y color. Nada más excitante que sumergir las manos en ese mar misterioso a ver qué pescamos. 

2. El factor sorpresa
A diferencia de una casa de ropa normal, nunca sabemos qué podemos encontrar en una feria. A veces tiramos la caña y salimos con la cesta vacía. Pero otras.... ahhhh, luego de revisar febrilmente aparece esa camisa, blanca, de un algodón tan suave y delicado que parece hecho de aire, con ese cuello, esos puños increíbles y esos versos de Lou Reed que parecen dibujados por él mismo con tinta chinaLa camisa es de Allo Martinez. Y sale $40Just a perfect day. 
Luego del gran hallazgo sobrevienen unos segundos de zozobra: "¿me quedará bien?" Porque, ya se sabe, en una feria no hay posibilidad de pedir otro talle, ni más chico ni más grande, ni otro color, ni ninguna alternativa: es lo que hay. Solo el destino dirá si lo que hay, era o no para mí.


3. Los precios
A diferencia de una casa de ropa normal, donde una remera de algodón básica, común y corriente, sale, digamos, $100, en una feria podemos encontrar la camisa que describí arriba por $40. Una mini de jean de Soul a $10, un saco de Lucuma a $15, un blusa retro a $20 y así. 
Desde que descubrí el universo de las ferias americanas, prácticamente no compro nada fuera de ellas. 

Por supuesto, como ocurre con las casa de ropa normales, también hay muchos tipos de ferias. Están las vintage, súper glamorosas, con ropa impecable, restaurada y cara (aunque en muchos casos lo vale); las que venden prendas discontinuas de primeras marcas a precios muy accesibles o los "cambalaches", donde puede haber de todo a precios irrisorios.

Andar por ahí y descubrir una nueva feria americana (me las he encontrado en lugares insólitos) me pone más contenta que perro con dos colas. A revolver, a revolver! Quién sabe qué maravilla me está esperando...

ps: los caballeros lunáticos sabrán disculpar este post eminentemente femenino (o tenerlo en cuenta para quedar bien con sus mujeres por unas pocas chirolas, como diría mi abuelo:)
Y si no, al menos podrán disfrutar del gran L.R.


 


10 de junio de 2013

Bares notables. Hoy: El Federal



Como ya dije, este es uno de mis favoritos. Paso a contar por qué:

* El bar (de 1864, uno de los más antiguos) es precioso. Solo la barra, con su arco de madera art nouveau y detalles de vitreaux, justificarían visitarlo.

* Está en un lugar que me encanta (San Telmo)

* Los mozos/as son jóvenes, simpáticos, súper amables.

* Los precios son más que accesibles.

* El café es muy bueno. Además, sirven el "americano" en pocillo hondo y generoso, acompañado siempre de alguna cosita rica y casera (no como esas minipalmeritas de paquete tristes que sirven en algunos bares no notables...).

* Los pastelitos de batata que preparan en las fechas patrias son un atentado.



Este tiene "entradita" grande





Les debo foto de la barra y del salón, pero en cualquier momento me doy una vuelta y agrego más imágenes (y de paso me como unas medialunas o unos pastelitos... :)



4 de junio de 2013

Intermezzo: Villa Santa Rita

Es el barrio donde está  El Tokio, el primero de los Bares Notables que posteé. Antes de seguir avanzando con la serie, quería hablar un poco de este lugar tan especial.
Villa Santa Rita tiene el mismo encanto de Parque Chas: aunque no presenta su trazado circular y laberíntico, está lleno de pequeños pasajes, y los pasajes- como bien lo sabía mi querido Cortázar- son lugares cargados de misterio. Porque insinúan la posibilidad de acceder a otro cielo, siempre que uno se anime a atravesarlos. 
Y a mirar para arriba.

Este es mi pasaje favorito:


Por la sonoridad de su nombre francés. Por la extrañeza que me provoca puesto ahí, en  una callecita perdida de un barrio de Buenos Aires...



Por  esta ventana...



... y por estas casas...



Aunque no ostentan un nombre tan glamoroso, los otros pasajes también tienen lo suyo...


























"En todo caso bastaba ingresar en la deriva placentera del ciudadano que se deja llevar por sus preferencias callejeras, y casi siempre mi paseo terminaba en el barrio de las galerías cubiertas, quizá porque los pasajes y las galerías han sido mi patria secreta desde siempre."

Julio Cortázar, El otro cielo.


Fotos: Bet Z.