Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

31 de julio de 2013

Persistencia

                                                                                                                         Foto: Betina Z

 "El pasado no ha muerto. Ni siquiera es pasado."

William Faulkner



23 de julio de 2013

Serendipia (7)

El encuentro de la princesa japonesa 
y la niña amazona








"La nena que pasa desnuda en el corcel blanco habría dejado insomne a Lewis Carroll. Atrás, titila un castillo de cuento de hadas. Todo comparte la misma gracia: la luna que mira a un costado, la medianoche en su fiesta, el yo y su desfile de sombras. La niña baja los ojos, busca con vehemencia el pozo de lo invisible. Cuando llegue al castillo abrirá la puerta un conejo blanco”. Así imagina la escritora María Negroni un libro entero, Elegía , alrededor de un único fotograma: ese que muestra a una niñita de larguísimos cabellos rubios rizados, envuelta en una noche espesa y estrellada, cabalgando –desnuda y lentamente– sobre un caballo blanco. La imagen pertenece a la película experimental Trilogía de los niños (1940) y es del artista norteamericano Joseph Cornell . El libro de Negroni rinde homenaje ) a la obra de uno de los creadores más misteriosos, tímidos y exóticos del siglo XX."
(Extraído de una nota publicada en Revista Ñ)

1. Hasta hace 15 días, jamás había oído hablar de Joseph Cornell. Me conmovió la imagen de esa niña atemporal, esa niña-fantasma, un hada exiliada. También me llamó la atención el propio Cornell quien, según la nota "creó una serie de películas breves  raras, rústicas, y aún bastante desconocidas. Las armaba él mismo, recortando y montando filmes de 16 mm. en el sótano de su casa (...) ya que lo importante para el artista no era filmar sino encontrar y luego intervenir, manipular el material. Trabajaba sobre las tiras de documentales de países exóticos que compraba en los almacenes de New Jersey. Pequeños espectáculos domésticos: Cornell proyectaba sus “juegos fílmicos” en la casa de Queens para mirarlos junto a su hermano..."Busqué en Internet, pero no pude dar con la Trilogía de los niños.

2. Yayoi Kusama es una artista plástica japonesa, cuya obra se expone actualmente en el MALBA. Tiene 84 años y es, según dicen, una de las artistas más famosas y ricas del mundo. La llaman "la sacerdotisa de los lunares", porque ellos están presentes obsesivamente en toda su obra.
Sus comienzos como pintora inmigrante japonesa en los Estados Unidos fueron duros, aunque también muy estimulantes: estuvo allí a finales de la década del 50 y principios de los 60: hippismo,  psicodelia, amor libre, drogas, feminismo, pacifismo, contracultura... Sin embargo, Yayoi llevaba consigo las huellas de una historia familiar terrible, que nunca pudo superar. Su vida y su obra dan cuenta de su enfermedad mental, que tradujo en una obra llena de luz y color, de mundos imaginarios.
Hasta ayer, jamás había oído hablar de esta artista. Leyendo una nota sobre su vida y su obra, descubro que la joven Yayoi fue novia, allá por los '60 y por diez años, del excéntrico Joseph Cornell, el "padre" de la niña amazona. 

"Los puntos son sólidos e infinitos. Son una forma de vida. Sol, luna, estrellas son cientos de millones de puntos. Cada ser humano es también un punto. Los puntos no pueden existir por sí mismos, solo pueden existir cuando se reúnen unos con otros. Admiro completamente su "infinitud" y estoy profundamente conmovida por la grandiosa presencia del universo, que está lleno de un poder misterioso."
Yayoi Kusama







14 de julio de 2013

Mirando caer el sol


Celine: Sigue ahí. Sigue ahí. Sigue ahí. Se fue.


La ansiedad terminó: ayer la vi. 
Después de haber leído "por arribita" (porque no quería conocer detalles del argumento) opiniones tales como "es una maravilla", "si estás mal con tu pareja no vayas porque te separás", "él está espléndido... a ella el paso del tiempo no la trató tan bien", "es una película incómoda", etc.
No voy a hacer una crítica de la película ni nada por el estilo, solo voy a contar algunas de las cosas que me pasaron ayer.

1El momento en que Jesse sale del aeropuerto y se ve a Celine apoyada en su auto, esperándolo (una mujer esperando a su marido, puro cotidiano). Mucha emoción volver a verlos.
2. La escena de Jesse y Celine mirando cómo se pone el sol es perfecta. La síntesis de toda la película. 
3. Contra todo lo esperable... no me identifiqué con esta Celine amarga y densa. No es que tuviera o no razón (probablemente la tuviera), pero me exasperaba su gataflorismo: decime la verdad (pero si no es la que quiero escuchar se pudre todo), decime si me engañste (pero estoy segura de que me engañaste, y si decís lo contrario estás mintiendo), esta relación no da para más (pero vuelvo 3 veces después de dar un portazo), etc. En cambio, me pareció muy contenedora y amorosa la actitud de Jeese, me convenció de cuánto ama a esa mujer. Y si al final recomienza el juego (¿habrá otro amanecer para ellos?) es porque Jesse va a a por ello en cuerpo y alma.
4. Si las películas anteriores me gustaron tanto fue porque no caían en lugares comunes. Esta Celine resentida, que se convierte en una máquina de reclamar, me pareció un lugar común. Hubiera preferido  un trazo menos grueso y previsible.

Cuando salimos de la sala, me quedé pensando si valía la pena esta tercera parte. 
¿Qué buscamos en una ficción? 
¿Queremos saber cómo les fue a Cenicienta y el príncipe o quedarnos con el "fueron felices y comieron perdices"? 
Qué dilema.



4 de julio de 2013

Manos

                                                                Imagen: Liliana Porter


¿Recuerdan las rondas infantiles que hacíamos cuando éramos chicos? Entonces solo reparábamos en la canción o el juego que acompañaban ese movimiento circular colectivo.

Cuando hacemos una ronda siendo grandes, podemos percibir otras cosas. 
Por ejemplo, que ninguna mano es igual a otra. 
Hay manos frías y hay manos tibias, hay manos secas y manos húmedas, manos blandas y rígidas, relajadas y crispadas, grandes y pequeñas, tímidas y osadas, frágiles y firmes, generosas y mezquinas, confiadas y reticentes, despiertas y aletargadas, glotonas e inapetentes.
Hay manos que agarran, manos que sueltan, manos que perciben otras manos, manos que solo se perciben a sí mismas, manos que acarician, manos que lastiman, manos atentas, manos distraídas, manos laboriosas y manos perezosas.
Cuando hacemos una ronda siendo grandes, cada mano habla de lo que somos, de lo que hacemos, de lo que damos y de lo que negamos.

Hagan la prueba.