Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

26 de noviembre de 2013

"La lune est le rêve du soleil" (Paul Klee)


                                            Imagen: Ronald Companoca


Para este segundo cumpleaños, voy a tomar prestado un hermoso texto que escribió Luis en su blog, hace un tiempo:

"Las sacerdotisas romanas eran hermosas porque se bañaban desnudas bajo la  Luna. Kepler, el astrónomo de las fugas y el encanto, sostenía que la vida en nuestro satélite natural es más fértil que en la tierra. Y pensaba que si bien ahí todo es de menor tamaño, al mismo tiempo resulta más equilibrado. Fritz Lang imaginó en 1929 a una mujer que camina sin miedo ni escafandra por una luna dulce y tierna. Por qué negarnos entonces a vivir allá. ¿Será porque fuimos educados en una conciencia extrema de lo real? Pero ahora que la historia terminó, ahora que el mundo se ha transformado en un pequeño infierno, la idea de vivir en la Luna puede ser la salvación que estábamos buscando. Derivar sin prisa por el Mar de la Tranquilidad, beber agua de los volcanes azules o hacer el amor a cualquier hora son sólo algunas de las tareas posibles. Allá no hay penas ni puñales. No hay órdenes que cumplir ni preguntas que responder. Y encima no es preciso llevar nada. Corazón, deseo, alegría y besos es todo lo que hace falta en la Luna para vivir."


Gracias, de todo corazón, a los lunáticos que me acompañan: Eleonora, Sinuhe, Axis, Rob K, Hermes, Darío, Vera, Luis y otros amigos que hacen de este viaje una travesía tan intensa y feliz.

Un abrazo para todos.





19 de noviembre de 2013

Mi encuentro conmigo


                                        Foto Bet Z


Sábado a la mañana. Enganchamos una película empezada con Bruce Willis y un nene gordito que lo sigue a todos lados. Al rato advertimos que el nene es el mismísimo Bruce a los 8 años, que ha viajado desde el pasado para reunirse consigo mismo en la víspera de sus 40. Un cuarentón que no la está pasando muy bien, claro. 

La película (Mi encuentro conmigo/The Kid) es muy mala, las situaciones, previsibles, y Bruce, muy risible en su rol dramático.
Pero igual me quedé pensando en la idea que propone la película. Si uno pudiera encontrarse con el niño/a que fue: ¿qué sentiríamos al verlo? ¿cómo le hablaríamos? ¿qué nos gustaría preguntarle? ¿trataríamos de advertirle algo, de evitarle algún dolor? ¿Cuánto de lo que somos vendría a develar ese niño?...

Hace un tiempo encontré el diario íntimo que escribí entre los 12 y los 14 años, y leerlo fue revelador. Es que, con el tiempo, uno olvida quién fue. El diario me permitió escuchar, en mi propia voz, cómo era un día de mi vida, a qué le tenía miedo, qué me daba vergüenza, por qué sentía culpa, qué me ponía contenta, qué me preocupaba, cómo veía a mi mamá y a mi papá, qué hacía con mis amigas, qué fantasías tenía acerca del amor... 

(Además de todo, me divertí como loca). 





13 de noviembre de 2013

La isla


                                     Imagen: Turquoise embrace, Cameron Graves


Estar en una estación de subte. Ver cómo el andén se va llenando de gente, un montón de personas que no significan nada para mí en términos personales, y para quienes tampoco cuento. Mi cara es la de todos, es decir, ninguna. No soy nadie para ellos, no son nada para mí. Un mar de gente en el que nos ahogamos de anonimato, desaparecemos, nos diluimos. En ese momento, entonces, abrazarte. Cerrar los ojos y hundir la cara en tu cuello, sentir tu olor, tu calor, los latidos de tu corazón. Sentir cómo tus brazos me abrazan y tu cara se hunde en mi pelo. Cinco, seis, diez segundos abrazados así. Una isla flotante sobre un mar sin nombre. Una minúscula porción de tierra donde vos y yo, así abrazados, nos damos identidad, un nombre, una historia. Abrazados nos salvamos de la nada, del silencio, del desamparo.
El amor es eso.
Por ejemplo.



5 de noviembre de 2013

Amores así





A nuestros vecinos:
¡Qué hermoso otoño! Todo es resplandeciente y dorado, y hay una luz increíble y suave. El agua nos rodea.
Lou y yo pasamos mucho tiempo en este lugar en los últimos años y, aunque somos gente de ciudad, éste es nuestro hogar espiritual.
La semana pasada le prometí que lo iba a sacar del hospital y que vendríamos a casa, en Springs. Y así lo hicimos.
Lou era maestro de tai chi y pasó sus últimos días aquí, feliz, deslumbrado por la hermosura y la fuerza y la suavidad de la naturaleza. Murió en la mañana del domingo, mirando los árboles, haciendo la famosa forma 21 del tai chi, sólo sus manos de músico moviéndose en el aire.
Lou fue un príncipe y un guerrero; sé que, al escuchar sus canciones sobre el dolor y la belleza en el mundo, muchas personas se sentirán plenas de esa increíble alegría que sintió por la vida. Que esa belleza nos llegue, y nos atraviese siempre.
Laurie Anderson
Su amante esposa y amiga eterna.
Página/12   2 de noviembre de 2013-   (Texto publicado en el periódico East Hampton Star de Springs, localidad en las afueras de Nueva York).
 S/D autor de la foto