Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

30 de abril de 2014

Aliados


*


Estoy en una reunión de amigos, tocando la guitarra. De pronto recuerdo una vieja canción Uy, cuánto hace que no la canto... Pero cuando estoy a punto de hacerlo, alguien hace un comentario, nos ponemos a hablar de cualquier otra cosa, tomamos o comemos algo, las dispersiones propias de cualquier reunión. 
Al rato me dispongo a retomar la canción, pero ya no recuerdo cuál era. Qué desastre mi memoria, digo. Y por más esfuerzos que hacemos todos, no logramos descubrir de cuál se trataba.

Me despierto. 
Todavía no amaneció. 
Sentado en el umbral de Dios, pienso de golpe.
En un primer momento no sé de dónde sale eso, pero al rato me doy cuenta: por suerte, la vigilia vino en auxilio del sueño.


Sentado en el Umbral de Dios by Charly García on Grooveshark

* s/datos autor de la foto

25 de abril de 2014

Pretensiones


Pintura: Frida Kahlo



Quiero reencarnar.
Ya lo decidí.
No me resigno a no ser una cubana
que riega sus macetas en un balcón de La Habana vieja.
O a ponerme un velo e ir hasta el zoco en Marruecos,
a comprar azafrán, cardamomo, nuez moscada.
No me resigno a no ser un joven griego
atrapando peces en el Mediterráneo
o un anciano de Sada o La Coruña yendo a la iglesia del pueblo
a misa de seis.

O una niña esquimal, que anda en trineo y juega con osos y con zorros
y duerme en una casa hecha de bloques de nieve.

No quiero perderme ser un  gato, un gorrión,
un pato, una pantera,
un palo borracho, una santa rita, una montaña,
una crisopa, un lobo, un río, una piedra.
No quiero perderme ningún rincón del mundo,
ni uno solo de sus vientos, sus lluvias, su nieve, sus desiertos
sus playas, sus bosques, sus caballos.
No quiero no ser eso, todo eso, alguna vez.

No me quiero perder a nadie,
que no queden afuera abuelos, madres, padres,
hijos, hijas, nietos, hermanos,  
 mascotas, perros, peces.

No me quiero perder ninguna línea de ningún libro,
quiero ser quien escribe cada una de esas líneas,
quiero hablar todas las lenguas 
sonar todas las músicas
ser el fuego que baja del volcán 
y la piedrita entre las piedras del camino.

Y sobre todo no me resigno 
a ser esta que soy una sola vez
quiero ser de nuevo varias veces
la que soy
la  que pudo ser
y la que será 
cien veces,
mil, un millón
cada vez que reencarne en mí,
es decir,
en todo.



22 de abril de 2014

Una vuelta por Berlín


Hace poco me enteré de que Berlín describe un círculo perfecto.
Es decir: uno empieza a caminar por Berlín, sigue, sigue, da una vuelta completa y termina... en Berlín. Con O. visitamos muchas veces Parque Chas, pero no conocíamos este dato. Así que el viernes a la tarde decidimos ir a investigar el asunto.

Este es el registro de nuestra expedición:













    Nótese que íbamos por la vereda de la sombra, la cual, 
     en alguna parte del trayecto, pasó a ser la vereda del sol.


























Conclusión: efectivamente, Berlín forma un círculo perfecto.

Y ahora, una secuencia en la que se puede apreciar el principio y el fin de esta calle-calesita.
La referencia es la casa de la esquina, con la sombrilla amarilla en la terraza. La calle que se ve a la izquierda, frente a la plaza, es Berlín al 4500. 




Desde este punto de vista giramos despacito. La primera calle que se ve (a la derecha de la casa de la sombrilla) no es Berlín, sino Gándara. Seguimos girando despacito (la referencia ahora es el container de basura)...


 ...y entonces sí nos encontramos con Berlín al 3900 (digamos, el principio).







"Este singular barrio porteño parece funcionar como un Cosmos independiente, con sus propias leyes geométricas y físicas, donde es fácil entrar y muy difícil salir, donde sus calles parecen curvadas en misteriosas dimensiones, como si se tratara de una trampa urbana, de un juego de ingenio, de un cubo de Rubik en las manos de un gigante...", dicen Guillermo Barrantes y Víctor Coviello en Buenos Aires es Leyenda 2. 


Será por eso que lo quiero tanto.


18 de abril de 2014

Cuatrocientos pesos en París


*


Descendemos de un barco tipo Buquebús. Es de noche. Estamos en París.

Con O. empezamos a caminar por una vieja calle empedrada. Está muy oscuro pero puedo sentir el rumor del mar, cerca. Me da miedo la oscuridad, y la presencia de ese mar negro. De pronto la escena se ilumina (¿la luna? ¿un farol?) y veo cómo el mar lame el empedrado con verdín. Las piedras brillan, el verdín se vuelve fosforescente.

Seguimos caminado por calles oscuras y desoladas, con edificios feos, sin gracia. "Para esto nos íbamos a pasear por Once o Constitución", digo decepcionada. Pero en ese momento emergen dos o tres antiguas construcciones parisinas, majestuosas, de una belleza que me hace llorar. "Y eso que todavía no vi la Tour Eiffel ni el Arc du Triunfe", le comento a O.  "No sé si lo podré resistir".

Entramos a una especie de bistró. El ambiente es agradable, hay mucha madera, pequeñas mesas redondas, luz tenue, aroma dulzón. Un camarero comienza a traernos pequeñas porciones de diferentes platos, probamos, saboreamos, tomamos vino. Suena una orquesta  de jazz. Dos mujeres jóvenes y bellas bailan sobre una mesa; en otras partes del salón, diferentes actores, bailarinas y cómicos llevan a cabo sus números de varieté.

Salimos del bistró. París es un túnel oscuro, lleno de niebla y encanto. Nos sentimos un poco mareados por el vino, la música, el erotismo del show que acabamos de presenciar. Abro mi cartera y en su interior veo cuatro billetes de cien pesos atados con una gomita. "Dios mío", digo, "me dejé la plata en casa. Me olvidé de traer la plata. Tenemos cuatrocientos pesos en París, ¿qué vamos a hacer?"
A continuación se suscita un breve diálogo: "¿Estás segura?" "Sí, no lo traje." "¿Servirá la tarjeta de débito?¿Podremos sacar plata de algún cajero?" "Qué sé yo"
Después nos quedamos callados. Nos miramos.
"Tenemos cuatrocientos pesos, estamos en París", decimos.
Y seguimos caminando, muertos de risa.


  Lambchops, Do You Belive Me by Janet Klein & Her Parlor Boys on Grooveshark

* la encantadora señorita que ilustra y musicaliza este post es Janet Klein, a quien conocí en Blues y algo más (el gran blog que supo tener mi amigo Sinuhe, gracias!)

13 de abril de 2014

El hilo rojo



Ilustración: Hajnalka Cserháti

Según una antigua creencia oriental, un hilo rojo invisible conecta a las personas que están destinadas a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper.

Supuestamente, esta creencia nace cuando se descubre que la arteria ulnar conecta el corazón con el dedo meñique. 

Cuenta la leyenda que en la Luna vive un anciano. 
Cada noche, el anciano  sale a buscar las almas que deben unirse en la Tierra y, cuando las encuentra, las enlaza por el dedo meñique con un hilo rojo, para que jamás se pierdan.



Dedicado a los que están del otro lado del hilo, dentro y fuera de la Luna


9 de abril de 2014

Serendipia 8

"Te tenía en mente y corazón"




El viernes a la tardecita andábamos con O. paseando por la calle Forest. Nos sacamos algunas fotos juntos y O. me sacó un par de fotos. Después retomamos el paseo y doblamos por una calle transversal. En eso suena mi celular. "Debe ser M.A." le digo a O. en chiste, porque el apellido de mi amiga es homónimo de la calle por la que acabábamos de doblar. Miro el celu y, en efecto, tengo una llamada perdida de M.A.
Le mando mensaje: 
Tamos caminando por D. y recibo llamada tuya. Serendipia! 
Ella: Toy viajando en el 76. Acabo de verte mientras O. te sacaba una foto.  
Yo: Increíble. 
Ella: Te tenía en mente y corazón.

¿Cuántas circunstancias debieron confluir para que esta situación haya tenido lugar?... ¿Y cuántas las posibilidades de que jamás hubiera ocurrido?

Las serendipias son algo serio, sí señor.



4 de abril de 2014

Tres deseos





Al cumplir 1 año inauguramos un rito que habrá de repetirse a lo largo de nuestra vida: celebrar el día en que llegamos al mundo. El ritual del cumpleaños suele incluir reunión con amigos y/o familia, regalos y torta con velitas. No sabemos (al menos yo no lo sé) de dónde viene esta costumbre. No sabemos a quién se le ocurrió la idea de incrustar velas encendidas en un pastel dulce, ni qué hada o ángel dispuso que debíamos pedir tres deseos antes de soplarlas, para asegurarnos de que se cumplan. No lo sabemos y, sin embargo, la mayoría de nosotros lleva a cabo este ritual en cada aniversario de su llegada a la Tierra.
El momento culminante del festejo es el de los deseos: el canto y las palmas se interrumpen; las voces y las risas se suspenden por unos segundos, y un silencio cuasi religioso acompaña al celebrante cuando cierra los ojos y formula sus deseos. 
Los deseantes, claro, no son todos iguales. Hay deseantes temerosos que piden que nada cambie, y otros temerarios que piden la ocasión de patear el tablero y quemar las naves. Hay deseantes que no saben nada acerca del deseo y se limitan a repetir maquinalmente la misma fórmula año tras año. Y deseantes tan arrasados por el deseo que temen que este salga a la luz y se dibuje en el aire con letras de fuego. 
Yo no sé cuándo ni quién le otorgó este don a los mortales. Pero ya que lo tomamos, ya que reproducimos puntualmente las formas del rito, creo que deberíamos elegir bien. Porque se trata de nuestros deseos. De lo que queremos para un nuevo año de nuestra vida que empieza así, en la penumbra, con el resplandor de las llamas y el silencio de quienes nos acompañan en un momento que, si quisiéramos, podría ser sagrado.
Por eso esta vez no quiero ser una deseante desprolija ni indolente. Voy a pensar bien antes de soplar, voy a sentir bien antes de declarar qué quiero para mí, a partir de ahora. 

Si alguna vez nos despertarnos en plena noche, o nos empapa algún aguacero repentino, o lloramos sin saber por qué, deberíamos advertir que son meras estrategias, las formas que el ángel o el hada encuentran de recordarnos qué deseamos para nuestra vida, eso que a veces- pasadas las horas, los días, los meses- tendemos peligrosamente a olvidar.