Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

31 de agosto de 2014

La equilibrista


Pintura: Duy Huynh


Antes de que ella naciera, el mundo solía girar a una velocidad inaudita. Tan rápido, que todo se caía: las personas, los animales, los árboles, los mares, todo salía disparado por una gran fuerza centrífuga. Poco después, el mundo recuperaba su ritmo normal, pero no duraba mucho: cuando menos lo esperaban, la Tierra empezaba a girar enloquecida y sobrevenía un nuevo fin.

Apenas nació, ella se incorporó y se paró firme sobre sus dos pies. 
Y sus dos pies se pararon firmes sobre el mundo. 
Y moviendo sus pies con cuidado-un poquito más para acá, un poquito más para allá- ella descubrió que podía controlar el movimiento del mundo. 

Así, cada vez que el mundo comienza a girar enloquecido, la equilibrista mueve sus pies- un poco para allá, un poco para acá-y logra retener a las personas, las casas, los árboles y los mares en su lugar.

Ella quisiera descubrir cuál es la velocidad exacta, qué giro perfecto haría que todo esté realmente donde debería estar. Y aunque no sabe si alguna vez logrará descubrirlo, cada día se ocupa de mover sus pies: un poco más para acá, un poco más para allá. 





24 de agosto de 2014

El pintor


Imagen: Duy Huynh



El pintor llegó, abrió la escalera, se sentó arriba y sacó una tiza de su bolsillo. 
Luego dibujó en el aire la silueta de un caballo.
El caballo salió galopando y se perdió entre los árboles.

Al otro día, el pintor se subió a la escalera y dibujó en el aire la silueta de un jinete.
El jinete miró en todas direcciones y salió en busca del caballo.

El tercer día, el pintor se subió a la escalera y dibujó en el aire la silueta de un corazón.
El corazón comenzó a latir y salió volando, en busca de un cuerpo.

El cuarto día, el pintor se subió a la escalera y dibujó en el aire la silueta de una red.
La red se elevó flotando, en busca de algo que atrapar.

El quinto día, el pintor se subió a la escalera y dibujó en el aire la silueta de una mujer dormida.
La mujer soñó con un caballo y un jinete, que atrapaba un corazón con una red.

El sexto día, la mujer despertó.

El séptimo día, el pintor cerró la escalera, guardó la tiza en su bolsillo, y se fue.



15 de agosto de 2014

El viaje



Ilustración: Beatriz Martín Vidal


Encontré al alquimista en el patio de una casa deshabitada.
Sentado en una reposera deshojaba margaritas y bebía té, a sorbos lentos.

El hombre tomó mis manos, las miró un rato y dijo:
- ¿Estás preparada para el viaje?
- Sí- contesté, y mi voz parecía llegar desde otro lado.
- ¿Cuánto tiempo vas a viajar?
- No llevo reloj- dije.
-Te vas a sentir muy sola- me advirtió-. Nadie te reconocerá. Y aunque creas que alguna voz, un rostro, cierta manera de caminar, una ventana te resulten familiares, serás todo el tiempo una extranjera.

- Si me quedo aquí, también seré siempre una extranjera.

El viejo sonrió a los corazones deshojados de las margaritas.

-Buen viaje entonces.