Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

26 de noviembre de 2014

Fiesta selenita


Sybil Carmen, 1915.



"Hoy es mi cumpleaños", dijo Selene.
Y ahí nomás llamó a los cisnes y a los patitos feos, a los niños y a los lobos, a los poetas y a los astrónomos.
"¡Vengan, vengan!", dijo. 
"Habrá globos, tortas de crema, cine, cráteres donde sentarse a conversar y terrazas para contemplar la noche negra, el paso de los cometas, el vuelo de los ángeles y la morosa rotación de la pequeña esfera azul, allá a lo lejos. 
¡Vengan, vengan! Podrán soñar lo que quieran o lo que teman: prometo no molestarlos.
Hombres, mujeres, perros, sapos,  golondrinas y lagartos, ¡vengan a la fiesta de la Luna!" 


Solo tienen que subir a la nave y abrocharse los cinturones. 
Buen viaje.


George Melies, Viaje a la luna (1902)



No importa si realmente existe.
Si es cierto que un hombre hundió su pie 
en su suelo de tiza
Si los telescopios la exploran 
o la inventan.

Lo que importa es 
el aullido de los lobos
y el canto de los niños
el verso de un poeta que dice 
"hay tanta soledad en ese oro"
o ese otro que exclama
"¡está la luna loca!"


Lo que importa es
que siempre habrá el lado oscuro
el reflejo en el agua que una nube deshace
el espejismo de una luz robada.

¡Qué importa si realmente existe!


6 de noviembre de 2014

Relatos amables

No conozco Rafaela ni su festival, pero dan ganas de estar ahí.

Esto también pasa, esto también somos, no viene mal recordarlo.Y, si se puede, ser parte, de alguna manera.














1 de noviembre de 2014

Gitanos


Antonio Gades y Cristina Hoyos
Foto: Oscar Balducci

Dedicado a mi amiga M.A. , la bailaora


A los 12 años descubrí a Antonio Gades en el teatro Odeón. Una amiga uruguaya había venido a Buenos Aires con su familia y me invitaron a ver el espectáculo. Yo no sabía quién era Gades ni qué era el flamenco. Pero vi  la escena del duelo de Bodas de sangre. Sin música, en silencio. Vi lo que Gades y su compañero hacían, la lucha muda, el diálogo entre los cuerpos y los gestos, la tensión, el drama, la muerte. Fue un momento mítico, como dice mi -aún hoy- amiga uruguaya. Uno de eso momentos sagrados en que uno experimenta algo nuevo, diferente y tan intenso que de algún modo nos modifica para siempre.

Desde entonces, soy una profunda admiradora del flamenco, su música, sus intérpretes: Gades, "la"Hoyos, Paco de Lucía, Camarón de la Isla, Pata Negra, Niña Pastori, Buika, las películas de Saura... El flamenco es Lorca, Sevilla, los gitanos, la pobreza, el honor, la pasión, la alegría de vivir, la tragedia. Algo que revuelve la sangre y se resuelve en grito o paloma. 

Hoy, en la Casa del Bicentenario, vi  una muestra de fotos de Oscar Balducci, que fotografió "por profesión y por adicción" los espectáculos de flamenco que se presentaron en Argentina en la década del '70. En ese entonces no había negativo color por encima de las 100Asa., con lo cual, era muy difícil lograr buenas fotos de los bailaores en movimiento. Pero Balducci experimentó en su laboratorio con el negativo color de cine, y así obtuvo estas fotos maravillosas que hoy integran la muestra.

Gades creía que “los poetas y los artistas son los primeros en llegar a la luz”. 


Escena de Bodas de sangre (Carlos Saura, 1981)