Imagen: "Barco sonámbulo", Pavel Bergr

9 de febrero de 2016

La femineidad del mundo


“Recién a mediados de año la Evangelina y yo nos hicimos amigas (...) 
Era una niña insulsa, estudiosa y tan impopular como yo. De la mano de la Evangelina me introduje en la femineidad del mundo...
Si con Niño Valor nuestros juegos nos llevaban a sitios ignotos en busca de tesoros escondidos, ciudades perdidas y animales únicos, con mi nueva amiga íbamos de expedición al almacén y a las tiendas, o salíamos en mitad de la noche porque el niño volaba de fiebre o el falso crup ahogaba a la niña. Teníamos maridos imaginarios y correctos que salían de la casa hacia el trabajo temprano en la mañana y volvían al atardecer, y durante su ausencia limpiábamos la casa, cocinábamos dulces, cambiábamos pañales y atendíamos el jardín.
Hasta entonces siempre me había relacionado con varones: Niño Valor, mi hermano, sus amigos. En la mitad de mi infancia aprendí lo pequeño y tedioso que era el universo de las niñas.”


(Selva Almada, El desapego es una manera de querernos)







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