“Recién a mediados de año la Evangelina y yo nos hicimos
amigas (...)
Era una niña insulsa, estudiosa y tan impopular como yo. De la
mano de la Evangelina me introduje en la femineidad del mundo...
Si con Niño
Valor nuestros juegos nos llevaban a sitios ignotos en busca de tesoros
escondidos, ciudades perdidas y animales únicos, con mi nueva amiga íbamos de
expedición al almacén y a las tiendas, o salíamos en mitad de la noche porque
el niño volaba de fiebre o el falso crup ahogaba a la niña. Teníamos maridos
imaginarios y correctos que salían de la casa hacia el trabajo temprano en la
mañana y volvían al atardecer, y durante su ausencia limpiábamos la casa,
cocinábamos dulces, cambiábamos pañales y atendíamos el jardín.
Hasta entonces
siempre me había relacionado con varones: Niño Valor, mi hermano, sus amigos.
En la mitad de mi infancia aprendí lo pequeño y tedioso que era el universo de
las niñas.”
(Selva Almada, El desapego es una manera de querernos)
No hay comentarios:
Publicar un comentario